Canaletto suertudo


A veces la suerte pasa y te roza la nariz al tiempo que te das de bruces con la de otros. Pero en situaciones como las de ayer te alegras porque es la primera vez desde que tienes uso de razón que ves en carne y hueso el cartel de Vendido Aquí. En el bar Canaletto, muy cerca de tu casa. Tanto que desde la ventana, cuando te asomas a fumarte un cigarro, adivinas el número y piensas en toda la gente pasó por allí, lo vio y no lo compró.

Tú misma estuviste la noche anterior al sorteo tomándote algo cuando la suerte ya estaba repartida y ya no quedaban boletos. Por eso te alegra que al camarero que te puso dos cañas, dos lambruscos y ración extra de mejillones le haya tocado algo. O algo más. Te acuerdas del ingeniero que trabaja ahí al lado y estudió contigo en el colegio Nuestra Señora de los Remedios. Fijo que tiene un décimo porque es de los que vieron la final de la Eurocopa y cantaron los goles a puerta cerrada en plena calle Azafranal. Quizá la chica de la tienda On tenga no uno, sino dos, y es que ya se sabe que los niños vienen con un pan debajo del brazo. El bar es una fiesta y te emociona el reencuentro entre Salamanca y los afortunados. ¡Enhorabuena!

Recomendamos (en http://corsoexpresso.blogspot.com también lo harán muy pronto) un chocolate bien caliente con aroma de café, bebida revitalizante que genera endorfinas por un tubo; un té con cuatro rajas de limón que te haga echar humo por la nariz y te caliente hasta las uñas de los pies, o una ración extra de mejillones picantes con los suertudos del Canaletto. En buena compañía.

Un Ikea en Ciudad Rodrigo



Ciudad Rodrigo no necesita voluntarios. Sí puestos de trabajo. La idea de la Fundación Ciudad Rodrigo 2006 de crear una Plataforma de Voluntariado suena idílica sobre el papel, vende optimismo y ha conseguido que 300 mirobrigenses cedan su tiempo a cambio de mejorar las condiciones de vida de los vecinos de la comarca sin recibir un euro a cambio. En los tiempos que corremos es muy loable que haya quien esté dispuesto a regalar su trabajo sin cobrar por ello, pero rápido surge la pregunta. ¿De qué viven esos voluntarios? Se me ocurre que a lo mejor son estudiantes aún sin el ansia de acceder al mercado laboral, pensionistas o jubilados que ya tienen su salario, gente que vive de las rentas, o afortunados que han invertido en bolsa con acierto. Dudo que a la gente que trabaja en la segunda ciudad más bonita de la provincia después de Salamanca le sobre tiempo para cumplir el catálogo de la nueva plataforma de la Fundación Ciudad Rodrigo 2006. Dudo que ese joven en paro tenga ganas de aportar esfuerzos a una tarea que no le reportará ni beneficio económico ni un potencial futuro laboral. Sonará materialista, sí, pero la mayoría tenemos que trabajar para vivir. Dudo que haya muchas parejas de jóvenes decididas a asentarse junto al río Águeda si no montan o trabajan en un negocio que les permita construir su vida al oeste del oeste salmantino. Ciudad Rodrigo se sustenta sobre todo del sector servicios. El comercio, la hostelería y la restauración, que se nutren en un alto porcentaje del turismo son, junto a las fiestas grandes del Carnaval del Toro, las principales fuentes de ingresos. Pero ¿dónde están esos puestos de trabajo que la ciudad pide a gritos para que el censo no incline su balanza a favor de la población envejecida? En Ikea. Ánimo Iglesias!!!!

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Tras los cristales


La lluvia inspira. Inspiraba a la escritora Virginia Woolf lo mismo que a ese joven que reside en la calle Libreros y que un día será como Juan Manuel de Prada, aunque un poco más de izquierdas. La lluvia tras los cristales incita a hacer de todo menos coger el paraguas y salir a la calle. Quién sabe si el zamorano que nació en Baracaldo y estudió Derecho en Salamanca no ganó el Planeta con La tempestad (1997) gracias a tardes enteras encerrado en una habitación con el ruido de la lluvia como única compañía. Puede que Marcos Ana desgranara sus memorias mientras en Madrid arreciaban nubarrones, los mismos que enturbiaron su vida durante 20 años en cárceles franquistas. A lo mejor Mario Vargas Llosa dibujó el perfil de La tía Julia y el escribidor al son de las lluvias torrenciales de Lima, la niebla cayendo sobre Londres o de una tormenta en París.
La lluvia inspira y por eso una tarde de agua golpeando sin cesar las ventanas de tu casa se convierte en la música que mece una improvisada siesta. La lluvia tras los cristales hace que sueñes mientras te asomas a la calle y ves pasar a esa pareja que acaba de discutir y a la que no le queda otra que refugiarse bajo el mismo paraguas. Como llueve y no para ya tienes excusa para aplazar eso que tanta prisa te corría ayer. Las gambas y los langostinos seguirán en el mismo sitio de siempre aunque hoy no te acerques al supermercado, ese café que habías planeado con tu amigo lo sustituyes por una larga y perezosa conversación telefónica mientras escuchas a través del móvil cómo el agua también golpea los cristales de su casa. Se te ocurre que como tienes toda la tarde por delante, vas a planchar esos vaqueros blancos que arrinconaste el último día que hizo calor en Salamanca y que hoy te devuelven a jornadas de sol, terrazas, sandalias y dedos al aire. Revisas las fotos de la boda de tu amiga y se las grabas en un cd que te ha pedido ocho veces. Luego le grabas la discografía de Coldplay a ese joven de la calle Libreros con el que has mantenido una conversación telefónica y que un día será como de Prada pero un poco más de izquierdas.

Hoy me dan la alternativa


Papaver rhoeas, la amapola silvestre (pero mucho, amante de esos campos verdes capaces de fundirse con cielos despejados, de filtrar la brisa del

interior entre las briznas de la hierba), especie del género papaver, es una planta de ciclo anual que alcanza más de 50 cm de altura. Florecen de

principio a final de la primavera (por mucho que les guste el sol mediterráneo y/o atlántico). La amapola se ha asociado a la agricultura desde épocas antiguas. Su ciclo de vida se adapta a la mayoría de los cultivos de cereales, floreciendo y granando antes de la recolección de las cosechas. Aunque se la considera una mala hierba (hahahaha) es fácil de combatir con los habituales métodos de control de plagas: arrancarlas de raíz, aunque a veces es mucho mejor que el jardín se llene de amapolas malvadas capaces de enderezar robles, de derribar muros con la palabra y hundir orgullos con sólo ser sincera y directa. Ahora que se arrancado a sí misma de un jardín prolijo en hierbajos será cuando crezca presa del gigantismo y se convierta ella misma en un gran florón, uno de esos que convierten los jardines en selvas.